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lunes, 14 de noviembre de 2016

Tiempo al tiempo

Qué largas se me hacen las noches cuando no estás conmigo, cuando no puedo recostarme en tu pecho hasta quedarme dormida, cuando no tengo tu beso de buenas noches.
Qué largos se me hacen los días cuando no te veo, cuando no puedo darte ni un sólo abrazo en todo el día.
Qué lentas se me pasan las horas cuando estoy esperando para quedar contigo, parece que esas horas no pasan cuando miro el reloj del tren que me indica la próxima parada y me hace ver que queda mucho para que llegue la tuya...
Qué lentos pasan los minutos que dura el camino desde la estación a tu casa, o lo que tardas tu desde la boca del metro hasta la mía... Madre mía, parece que esos minutos fuesen horas.
Pero sobre todo, qué lentos pasan esos segundos desde que toco el timbre hasta que llego a tu puerta y me recibes con esa sonrisa que me hace recordar que el viaje ha merecido la pena. O esos segundos que espero con nervios desde que llamas al telefonillo hasta que apareces en la puerta de mi casa...
Y cuando menos me quiero dar cuenta, ya te estoy dando un beso... Creo que es el único momento del día que no pienso en el tiempo. Justo en ese instante parece que el reloj se ha detenido y el mundo se ha parado.
Sin embargo... Que rápido pasa el tiempo cuando estoy contigo... Parece que alguien moviese las manecillas del reloj con las manos. Ese momento en el que estamos en la cama, abrazados, haciéndome cosquillitas... Y de repente, han pasado horas. ¡No puede ser, maldito tiempo! No quiero que ese momento acabe nunca, y en tu mirada veo que tampoco. Pero no puede ser, es la hora de irse. Y el tiempo vuelve a entrar en juego. Cómo se ríe de nosotros eh. El camino hasta la estación se me hace raro, muy corto, muy largo... No quiero llegar allí, y sin embargo cuando me quiero dar cuenta, ya estoy mirando el letrero que me indica cuantos minutos quedan para que venga el tren. ¡Odio las despedidas! ¿Por qué tiene que llegar este momento? ¿Por qué?
El abrazo que nos damos en ese momento es de otro mundo, nadie se lo imagina. Lo difícil que es despedirse y subirse al tren cuando lo único que quieres es volver al momento donde estabais hace un rato en la cama.
Pero los 5 minutos pasan, y con un beso que parece que dura una eternidad y en verdad ha ocurrido en un sólo segundo, subo al tren y echo una última mirada antes de que se cierren las puertas.
Y esa noche, vuelvo a echarte de menos. ¡Maldito tiempo!